Anecdotario
nnumerables son las anécdotas que se vivían en el transcurso de las meriendas y durante su preparación. Recojo algunas a continuación, de boca de los protagonistas.
Cuenta una anécdota que, en la bodega de Facundo un día de gran nevada, a Luisito le ofrecieron un vaso de vino (todos tenían que beber del mismo recipiente) no quiso tomarlo, diciendo “antes me lo echo por el seno” abriéndose la camisa, a lo que Jaime le contestó “pues por el seno”, y se lo echó por encima.
Otra cuenta que, Alfredo Francia, agrietó una tinaja llena de vino con la cabeza, al resbalarse. Quien estaba sirviendo el vino en ese momento (sólo una persona podía hacerlo) y como este se estaba derramando, tuvo que cambiarlo rápidamente a otra tinaja.
En alguna ocasión, lo mozos, para procurarse la merienda se metían en el primer corral que encontraban, y se hacían con alguna gallina o algún conejo. Si se encontraban algún animal suelto por la calle, porque se había escapado del corral, rápidamente era recogido por los mozos, que de esta manera encontraban la excusa ideal para montar una merienda.
También sobre esta cuestión se cuenta alguna anécdota, como aquella en que los mozos empalmaron varias escaleras para alcanzar el tejado de la iglesia y quitarle al cura los pichones del campanario. Hubo un caso, en que el mozo que había subido a por los pichones, luego no se atrevía a bajar y tuvo que subir otro para demostrarle que se podía hacer sin peligro.
Como no podía ser menos, los mozos también trataban de procurarse el postre. Así acudían por los hortales para apropiarse de algún melón. Para despistar, en una ocasión, quemaron la casilla de un amigo de uno de los del grupo, imaginándose que nadie sospecharía de ellos pues el perjuicio se lo hacían a persona amiga, y que culparan a los del pueblo de al lado de la desaparición de los melones.