La Ronda

Desde la bodega se salía a recorrer las calles del pueblo, parando a las puertas de las casas donde había mujeres jóvenes para cantarles, sobre todo si en ella vivía alguna que le gustara a alguno de los componían la ronda.

Todos se turnaban para cantar. La copla surgía improvisada:

Y aunque vives en rincón
y vives arrinconada,
en los rincones se crían
las mejores ensaladas.

Las dos hermanitas duermen,
en una cama de alambre.
Mucho quiero a la pequeña,
pero más quiero a la grande

No me casaría yo
con la hija del herrero,
porque toda noche está
que sopla, que enciende, que se apaga el fuego

En el rincón de tu casa
hay un nido de jilgueros,
por Dios te lo pido maña,
que no me toques los huevos

Era costumbre por San Juan, poner a las mozas cerezas, y en San Pedro, cardos.
Cuentan que un día, de parte tarde, un grupo se acercó a casa de Rosamari, con un ramo preparado con un cardo grande, al que habían adornado con galletas, y se lo colocaron en el balcón. Blas (el chico de Narciso) fue el artífice del ramo.
Había alguno que durante el año se dedicaba a repicar, abonar y regar los cardos, para que para San Pedro estuvieran bien lustrosos.

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